apnea del sueño

¿Es peligrosa la anestesia general en pacientes con apnea de sueño?

¿Qué es la apnea del sueño y por qué importa antes de una cirugía?

La apnea del sueño es un trastorno en el que la respiración se interrumpe de manera repetida durante la noche. Muchas veces pasa desapercibida, pero tiene consecuencias importantes en la salud: cansancio, hipertensión, problemas cardíacos y, lo que aquí nos interesa, mayor riesgo durante una cirugía con anestesia general.

Cuando una persona con apnea va a operarse, su anestesiólogo necesita extremar las precauciones. No se trata de que “no pueda operarse”, sino de que la planificación es diferente y requiere más cuidado.

El reto de la anestesia en pacientes con apnea

¿Por qué la apnea del sueño complica la anestesia general?

Dificultad para intubar: muchas veces, la anatomía de la vía aérea en estos pacientes hace que colocar el tubo respiratorio sea más complejo. En mi experiencia, son pacientes en los que hay que ir con máxima calma y preparación.

Mayor sensibilidad a los fármacos: los medicamentos que usamos para dormir y relajar pueden potenciar las pausas respiratorias.

Recuperación más delicada: en el postoperatorio, el riesgo de que aparezcan episodios de apnea aumenta, sobre todo durante las primeras horas tras la cirugía.

Cuando un paciente con apnea del sueño se enfrenta a una cirugía bajo anestesia general, gran parte de la seguridad del procedimiento se juega antes de entrar al quirófano. La preparación preoperatoria es como un “seguro extra”: permite al equipo médico anticipar riesgos, planificar estrategias y ajustar cada detalle para que la operación transcurra de la manera más segura posible.

1. La consulta preoperatoria: el primer paso clave

El proceso comienza en la entrevista preoperatoria con el anestesiólogo. En esta cita, es fundamental que el paciente sea totalmente sincero sobre sus síntomas y antecedentes.

imageSi ronca fuerte.

imageSi ha sido diagnosticado formalmente con apnea del sueño.

imageSi utiliza CPAP en casa.

imageSi alguien le ha comentado que deja de respirar al dormir.

En mi experiencia, hay pacientes que minimizan sus ronquidos porque piensan que “no es importante”. Pero, en realidad, esa información puede cambiar completamente la estrategia anestésica.

2. El papel de las escalas de valoración: STOP-Bang y otras herramientas

Los anestesiólogos contamos con cuestionarios diseñados para identificar a quienes tienen mayor riesgo de apnea. Uno de los más utilizados es el STOP-Bang, que evalúa ocho factores:

S: Snoring (ronquidos).

T: Tiredness (cansancio diurno).

O: Observed apneas (pausas observadas).

P: Pressure (hipertensión arterial).

B: BMI (índice de masa corporal).

A: Age (edad mayor de 50 años).

N: Neck (circunferencia de cuello aumentada).

G: Gender (ser hombre aumenta el riesgo).

Cuantos más factores positivos aparecen, mayor es la probabilidad de apnea.

Este tipo de evaluación no es un simple papeleo: nos ayuda a prever intubaciones difíciles, necesidad de CPAP postoperatorio y vigilancia extra en recuperación.

3. Estudios adicionales cuando hay dudas

Si el anestesiólogo sospecha apnea pero el paciente no tiene diagnóstico confirmado, puede solicitar pruebas adicionales, como la polisomnografía (el estudio del sueño que registra respiración, oxigenación y pausas nocturnas).

Aunque no siempre hay tiempo para hacerla antes de una cirugía programada, y la mayoria no cuenta con los recursos economicos para realizarla en casos electivos puede ser muy útil para ajustar mejor el plan anestésico.

4. Optimización de la salud antes de la cirugía

Además de la apnea en sí, hay factores de salud que influyen en el riesgo anestésico. El período preoperatorio es un buen momento para reforzar el control de estas condiciones:

Control de la presión arterial: la hipertensión es común en pacientes con apnea. Ajustar la medicación puede reducir complicaciones.

Pérdida de peso gradual: incluso una reducción modesta puede mejorar la oxigenación y disminuir la gravedad de la apnea.

Control de la glucosa: en diabéticos, es clave para evitar infecciones y favorecer la cicatrización.

Revisión cardiológica: dado que la apnea está asociada a arritmias y problemas cardíacos, una valoración previa puede ser necesaria.

En la práctica, cuando se trata de cirugías programadas con semanas de anticipación, estas medidas marcan una diferencia importante.

5. El papel del CPAP en la preparación

Si el paciente ya usa CPAP, el anestesiólogo puede recomendar:

Usarlo de manera constante en las semanas previas a la cirugía, incluso si a veces lo “olvida”.

Traerlo al hospital el día de la operación, ya que puede necesitarse en recuperación o durante la primera noche postoperatoria.

Ajustar la presión con ayuda del neumólogo si se sospecha que no está funcionando correctamente.

Anecdota:Recuerdo un paciente que llevaba meses sin usar su CPAP porque le incomodaba. Al comentarlo en la consulta, decidimos retomar el uso antes de la cirugía. El resultado fue que llegó con una oxigenación mucho mejor y su postoperatorio fue más seguro.

6. Medicación preoperatoria: qué tomar y qué evitar

Otro aspecto crucial es revisar la medicación habitual del paciente:

-Algunos medicamentos deben continuarse (como los antihipertensivos).

-Otros pueden necesitar ajustes (por ejemplo, anticoagulantes).

-Los sedantes y ciertos relajantes musculares pueden potenciar la apnea y deben ser cuidadosamente evaluados.

-El anestesiólogo suele dar indicaciones precisas sobre qué medicación tomar el mismo día de la cirugía y cuál suspender.

7. Preparación emocional y psicológica

El miedo a la anestesia es frecuente, y en pacientes con apnea del sueño puede ser mayor al saber que tienen un factor de riesgo extra. Por eso, también es importante:

Hacer preguntas al anestesiólogo hasta sentirse tranquilo.

Compartir miedos y dudas: no hay consultas “tontas”, todo lo que preocupe es válido.

Confiar en la preparación del equipo: los anestesiólogos están entrenados para manejar la apnea en quirófano.

Un paciente informado y tranquilo coopera mejor y reduce su nivel de ansiedad, lo cual también tiene efectos positivos en la cirugía.

La preparación antes de la cirugía no es solo una formalidad: es un proceso vital que multiplica tu seguridad si tienes apnea del sueño. Contar todo lo que sabes de tu enfermedad, llevar tu CPAP y seguir al pie de la letra las indicaciones médicas puede marcar la diferencia entre un postoperatorio complicado y uno tranquilo.

En mi experiencia, los pacientes que participan activamente en su preparación  informando, preguntando y colaborando  suelen tener menos complicaciones y se recuperan con más confianza.

Durante la cirugía: lo que el paciente no ve, pero sí ocurre

Cuando un paciente con apnea del sueño entra a quirófano para someterse a una cirugía bajo anestesia general, la preparación del equipo médico es mucho más compleja de lo que parece a simple vista. Lo que para el paciente puede sentirse como “me pusieron la anestesia y desperté horas después”, en realidad implica un trabajo altamente coordinado para proteger la respiración, la oxigenación y la estabilidad del organismo en cada minuto de la operación.

1. La planificación de la vía aérea

La apnea del sueño suele estar asociada a características físicas que hacen más difícil la intubación: cuellos más anchos, estructuras de la garganta que colapsan con facilidad, lengua más voluminosa, entre otros.

Por eso, el anestesiólogo prepara un “plan A, B y C” antes incluso de comenzar:

Plan A: intubación habitual, con el paciente dormido y relajado.

Plan B: uso de dispositivos especiales, como videolaringoscopios, que permiten ver la garganta en una pantalla y facilitan la colocación del tubo.

Plan C: técnicas avanzadas, como la intubación con fibrobroncoscopio, que se hace con una cámara flexible.

En mi experiencia, he visto cómo tener el equipo adecuado a mano marca la diferencia. El paciente nunca lo ve, pero antes de que se quede dormido ya tenemos preparado un arsenal de dispositivos “por si acaso”.

2. Inducción anestésica con máxima precaución

La inducción es el momento en el que el paciente pasa de estar despierto a estar profundamente dormido. Es una fase crítica porque la apnea del sueño aumenta el riesgo de que las vías respiratorias se cierren de manera súbita.

El anestesiólogo actúa de forma milimétrica:

Ajusta la dosis de los medicamentos para que el sueño llegue sin comprometer demasiado la respiración.

Administra oxígeno suplementario antes de dormir al paciente (“preoxigenación”), creando una reserva que permite ganar tiempo en caso de dificultades al intubar.

Mantiene siempre la posibilidad de ventilar con mascarilla mientras se prepara el acceso definitivo a la vía aérea.

Para el paciente, todo esto pasa desapercibido, pero detrás hay un equilibrio delicado entre sueño profundo y seguridad respiratoria.

3. La intubación y la protección de la vía aérea

Una vez dormido, llega el momento de colocar el tubo endotraqueal. En pacientes sin apnea, suele ser un procedimiento rápido. En quienes la tienen, puede requerir más pasos, más dispositivos y más manos ayudando.

El anestesiólogo puede pedir que otro colega esté presente por si la intubación resulta difícil.

Se usan maniobras externas, como mover la mandíbula o el cuello, para facilitar la visión.

En ocasiones, se coloca al paciente en posiciones específicas (ligeramente incorporado o con almohadas bajo la cabeza) que mejoran el acceso a la vía aérea.

Todo este proceso busca garantizar que la respiración esté asegurada durante toda la cirugía.

4. Mantenimiento de la anestesia: un arte de equilibrio

Una vez colocado el tubo, la anestesia entra en su fase de mantenimiento. Aquí el reto es mantener dormido y relajado al paciente sin que los fármacos depriman en exceso la función respiratoria.

Se ajustan las concentraciones de gases anestésicos y medicamentos intravenosos según la respuesta del paciente.

Se controla la relajación muscular para que la cirugía pueda realizarse sin contratiempos, pero vigilando que al final pueda recuperarse la respiración espontánea.

Se monitoriza constantemente la saturación de oxígeno y el dióxido de carbono, para detectar cualquier signo de hipoventilación.

En pacientes con apnea, esta fase se maneja con especial delicadeza: no se trata solo de que la cirugía avance, sino de prever cómo despertará el paciente más adelante.

5. Monitorización continua: los ojos invisibles que te cuidan

En quirófano, el anestesiólogo nunca “se desconecta”. Hay múltiples monitores vigilando funciones vitales:

Electrocardiograma: ritmo y frecuencia del corazón.

Presión arterial: cambios bruscos pueden indicar problemas con la anestesia o el sangrado.

Saturación de oxígeno (pulsioximetría): en pacientes con apnea, cualquier bajada se atiende de inmediato.

Capnografía: mide el dióxido de carbono exhalado, asegurando que la ventilación sea efectiva.

Además de las máquinas, los anestesiólogos usamos la observación clínica: color de la piel, movimientos respiratorios, respuesta a estímulos, etc.

6. La preparación para el despertar

Tan importante como dormir al paciente es despertarlo de manera segura. En quienes tienen apnea del sueño, este proceso es aún más delicado:

El anestesiólogo espera a que el paciente recupere la fuerza muscular suficiente antes de retirar el tubo.

Se administra oxígeno suplementario incluso después de la extubación.

Se mantiene al paciente en una posición que facilite la respiración (semiincorporado o de lado).

El objetivo es que el primer aliento sin el tubo no sea inseguro, sino lo más estable posible.

7. El trabajo invisible del equipo

Aunque el anestesiólogo es quien lleva el peso de estas decisiones, todo el equipo quirúrgico se involucra:

Enfermería prepara el material adicional por si surge una vía aérea difícil.

El cirujano adapta el tiempo quirúrgico si hay complicaciones anestésicas.

Técnicos de anestesia colaboran en la monitorización y preparación de dispositivos.

En resumen lo que el paciente percibe como un “simple sueño profundo” en realidad es una coreografía médica altamente especializada, diseñada para mantener la seguridad en cada instante.

Si tienes apnea del sueño y vas a operarte, no te preocupes pensando que esto es un obstáculo insalvable. Lo importante es que informes a tu equipo, porque detrás de lo que no ves, existe un grupo de profesionales anticipándose a cada posible dificultad.

En mi experiencia, los pacientes que son transparentes con su diagnóstico y colaboran con su anestesiólogo suelen tener cirugías seguras y recuperaciones tranquilas. La clave es sencilla: tu información más su experiencia es la combinación que protege tu vida en quirófano.

El postoperatorio: la etapa más crítica

Para muchos pacientes, el momento más temido de la cirugía es la anestesia. Sin embargo, en quienes tienen apnea del sueño, el verdadero reto comienza después de la operación: el postoperatorio. Es la etapa donde los riesgos de complicaciones respiratorias son mayores y donde la vigilancia del equipo médico es clave para una recuperación segura.

¿Por qué el postoperatorio es más delicado en pacientes con apnea?

La apnea del sueño no desaparece cuando termina la cirugía; de hecho, la combinación de anestesia, analgésicos y sedantes puede intensificarla.

Los músculos de la garganta siguen relajados por los medicamentos, lo que facilita que la vía aérea se colapse.

Los analgésicos opioides (como la morfina) reducen la capacidad del cerebro para reaccionar a la falta de oxígeno.

La somnolencia del paciente hace que no perciba ni responda a las pausas respiratorias.

En mi experiencia, es común que los pacientes con apnea tengan episodios de desaturación (bajada de oxígeno) en las primeras horas tras salir de quirófano, incluso en cirugías aparentemente sencillas.

 La sala de recuperación: el primer filtro de seguridad

Después de la cirugía, el paciente pasa por una unidad conocida como sala de recuperación postanestésica o. Allí se vigilan sus signos vitales de manera continua:

-Monitoreo del oxígeno en sangre.

-Control de la frecuencia cardiaca y la presión arterial.

-Observación del patrón respiratorio.

En pacientes con apnea, este período suele ser más largo. Mientras que una persona sin apnea puede pasar 30 a 60 minutos en recuperación, alguien con apnea puede requerir varias horas. El anestesiólogo solo da el alta a la planta cuando está seguro de que la respiración es estable y no hay pausas preocupantes.

La importancia de la posición corporal

Un detalle que muchos pacientes no conocen es que la posición en la que duermen o descansan después de la cirugía influye en la apnea.

Boca arriba: favorece que la lengua y los tejidos blandos caigan hacia atrás, bloqueando la vía aérea.

De lado o semiincorporado: mejora el flujo de aire y reduce las pausas respiratorias.

Por eso, cuando es posible, recomendamos mantener posiciones que faciliten la respiración. A veces, basta con elevar la cabecera de la cama unos 30 grados para hacer una gran diferencia.

 El uso del CPAP en el hospital

Muchos pacientes con apnea ya utilizan un dispositivo de presión positiva continua en la vía aérea (CPAP) en casa. Llevarlo al hospital es fundamental.

Se puede usar en la sala de recuperación si el paciente está muy somnoliento.

Ayuda a mantener la vía aérea abierta durante la noche postoperatoria.

Disminuye el riesgo de desaturaciones graves.

 

Consejos prácticos para pacientes con apnea que van a operarse

Informa siempre a tu médico sobre tu diagnóstico.

Lleva tu máquina de CPAP al hospital si la usas en casa.

Pregunta por la vigilancia postoperatoria: es tu derecho saber cómo te cuidarán.

No minimices los ronquidos: pueden ser una señal importante.

Sigue todas las indicaciones médicas al pie de la letra, incluso las que parecen pequeñas.

Preguntas frecuentes sobre apnea y anestesia

¿Me pueden operar si tengo apnea del sueño?
Sí, claro que sí. La apnea no es una contraindicación absoluta, pero sí exige precauciones especiales.

¿Es más peligrosa la anestesia general si tengo apnea?
Los riesgos aumentan, sobre todo en la vía aérea y en el postoperatorio, pero se minimizan con una buena planificación.

¿Necesito llevar mi CPAP al hospital?
Sí, es recomendable. Puede ser usado después de la cirugía para mejorar tu respiración.

¿Qué pasa si no le digo a mi anestesiólogo que tengo apnea?
Se pierde una información clave para tu seguridad. Cuanto más sepa tu equipo médico, mejor podrán protegerte.

Conclusión

La apnea del sueño es un desafío importante para la anestesia general, pero no significa que no puedas operarte. Lo fundamental es que el equipo médico conozca tu diagnóstico, use herramientas como el STOP-Bang y tome medidas extra en la intubación, la anestesia y la vigilancia postoperatoria.

En mi experiencia, los pacientes que informan bien y siguen las recomendaciones suelen pasar por su cirugía sin complicaciones mayores. El mensaje final es claro: la seguridad empieza en ti, compartiendo tu historia clínica con tu equipo de salud.

Referencias

Bibliografía académica

“Obstructive sleep apnea in the perioperative setting: complications and management strategies” — Melissa C. Lipford, Kannan Ramar, Salim R. Surani. Hospital Practice. 2015. Habla sobre las complicaciones respiratorias, cardíacas e infecciosas en pacientes con apnea, y la importancia del cribado preoperatorio y vigilancia postoperatoria. Mayo Clinic

“Obstructive Sleep Apnea—A Perioperative Risk Factor” — Revista Dtsch Arztebl Int. 2016. Esta revisión analiza la fisiopatología, riesgos perioperatorios y uso de cuestionarios como STOP o STOP-Bang para evaluar el riesgo. PubMed

“An update on the various practical applications of the STOP-Bang questionnaire in anesthesia, surgery, and perioperative medicine” — PubMed. Este artículo revisa cómo se usa STOP-Bang para estratificar pacientes y anticipar complicaciones. PubMed

“Does Obstructive Sleep Apnea Influence Perioperative Outcome? A Qualitative Systematic Review…” — Revista de la Society of Anesthesia and Sleep Medicine (Task Force). Analiza estudios comparativos entre pacientes con y sin OSA respecto a desenlaces postoperatorios. PubMed